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La Batalla por salvar al Cerro Jaboncillo
"Son zonas importantes de vestigios para cuidar" ¿Las áreas de los Cerros Jaboncillo, Cerro de Hojas y Guayabal, son de interés patrimonial?
Básicamente los dos primeros. Son zonas importantes de Manabí, ahí existen vestigios de todo lo que fue una ciudadela de los Manteños.
Estamos hablando de más de 3.000 años a.C. Ya fueron declarados como patrimonio. ¿El Ministerio a su cargo ha emprendido algún estudio para establecer el valor arqueológico en el cerro Jaboncillo?
El Instituto de Patrimonio hizo los estudios para delimitar toda la zona que no podría ser tocada. Esto es algo que no estaba hecho.
Esa era una cultura de conocimientos hidráulicos, hay pozos, senderos por lo que tiene una alta importancia arqueológica incluso todavía no explorada.
En la parte baja de estos cerros hay minas de piedra de ripio que han sido explotadas, algunas ilegalmente.
El estudio se lo realizó durante tres meses. ¿Qué se ha hecho para parar un poco el huaquerismo que se da en la zona?
Lo primero que estamos haciendo es abrir una oficina del Instituto de Patrimonio Cultural en la ciudad de Portoviejo, ya que el monitoreo de los sitios arqueológicos se hace desde Guayaquil y es imposible hacerlo por 'control remoto'.
Ahora hay que decir que el huaquerismo está vinculado a dos factores: primero a la pobreza de las comunidades. También a la demanda de los coleccionistas privados. Frente a esto se busca crear parques arqueológicos que sean oportunidad productiva, económica y de inclusión de las comunidades.
¿Qué tipo de sanciones se aplican en estos casos? Lo primero es decomisar las piezas, también tiene diferentes tipos de penalidades según la situación de los traficantes. Sin embargo hay que decir que en este aspecto la ley es muy laxa, por lo que estamos promoviendo algunos cambios para endurecerla.
Lo que dicen los ancianos
Los más ancianos de Picoazá (provincia de Manabí) todavía recuerdan que en la parte más alta del cerro de Jaboncillo, de 640 metros de altura, había un círculo de sillas de piedra -por lo menos 30- y que sus padres les contaban que allí habían existido cuatro templos para la oración, cada uno instalado en las laderas.
Famosos exploradores determinaron la existencia de grandes terrazas (que todavía hoy pueden apreciarse), entre las que está una de 1.000 metros, como estableció el arqueólogo norteamericano Marshall Saville, cuyos taludes de más de tres metros eran empedrados.
Pero esos no son los únicos valores arqueológicos del cerro Jaboncillo, donde también es posible ir descubriendo pozos de agua totalmente empedrados; restos de silos (cámaras para almacenar víveres o agua); escaleras construidas por los aborígenes, además de restos -fragmentados y enteros- de cerámica.
Para toparse con estos hallazgos hay que ir desbrozando la espesa vegetación, y animarse a llegar, aunque sea, a una de las terrazas menos altas, esas que utilizaban los antepasados para cultivos, entierros de sus muertos, templos y viviendas.
El que lo logra se ve recompensado por una vista majestuosa de Portoviejo y por la cercanía cómplice de la variada flora y fauna.
Miguel Rodríguez, un picoazeño de pura cepa, de estatura más bien baja y corpulento, suele "bautizar" a los visitantes del cerro con el agua de los pozos.
"Mi abuelo decía que esta agua quitaba la tontera", dice. Rodríguez descubrió por primera vez esos pozos de niño (sube al cerro Jaboncillo desde los 8 años; ahora tiene 33) y cuenta que en las canteras cercanas no lo quieren ni ver por causa de su defensa del cerro.
Y es que Jaboncillo podría ser un museo natural de la riqueza cultural manteña, o un refugio de turismo ecológico si no enfrentara varias amenazas. La primera, la más visible, la falta de protección del lugar. (En ciertos tramos se ven botadas tarrinas y envases de yogurt; también restos de fogatas).
Pero hay otras. El saqueo arqueológico y una paulatina (y no menos visible) destrucción ambiental en la que juegan un papel decisivo algunas canteras del sector, que han convertido ciertas zonas del paisaje en postales desérticas y polvorientas.
Y que amenazan con su labor no sólo los vestigios arqueológicos sino a la riqueza ecológica del lugar: la presencia de tigrillos, osos hormigueros, mapaches, comadrejas, culebras, perros de montes, ardillas, venados, sin contar las especies de flora.
Por esa razón la organización Fortaleza de Identidad Manabita, presidida por el ingeniero Alberto Miranda, ha venido denunciando algunas de estas acciones. También están empeñados en que el Gobierno realice gestiones para traer de vuelta al país las piezas arqueológicas que extrajeron del cerro Jaboncillo, y que se encuentran repartidas por el mundo, que se haga respetar la riqueza ecológica del sector y que el sitio sea convertido en un proyecto turístico que redunde en el bienestar de los manabitas.
Ya son tres años y medio de una batalla quijotesca (en la que no han faltado amenazas de muerte y presiones); de gestiones ante autoridades locales y nacionales para que tomen acciones concretas, así como la recopilación de sus denuncias a través de trípticos, infografías y maquetas.
"A mí me hicieron llegar hasta una bala sin usar -dice Alberto Miranda, presidente de Fortaleza Identidad Manabita-. La dejaron afuera de mi oficina. Ahora la tengo guardada de recuerdo", dice con una sonrisa este hombre alto, afable y tranquilo.
Por el camino ha habido historias hasta de funcionarios corruptos de Ambiente a los que intentaron sobornar para que hicieran informes favorables del trabajo que realizan las canteras del sector.
Pero de tanto batallar, algo se ha logrado. En septiembre del año pasado el Ministerio de Minas y Petróleos extinguió la explotación de material pétreo en las concesiones mineras Ketmesa S.A y Uruzca, ubicadas en el cerro Jaboncillo, por considerar que estaban dentro de un área protegida, determinada por el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC). Por esa razón siete concesiones mineras que laboraban allí resultaron afectadas, con lo que se revirtió al Estado un total de 326,31 hectáreas, que representa el 47,8%.
Si bien Ketmesa S.A. y Can¬teras Uruza tuvieron que supri¬mir sus actividades, otras como: A-Man Cerro de Hojas, A-Man sitio Cerro de hojas 2, Canjose, Agre y Río de Oro redujeron la cantidad de hectáreas en las se explotaba la piedra, según indicó el viceministro de Minas y Petróleos, José Serrano.
En consecuencia estas últimas dejarán de explotar dicho material en más de 180 hectáreas, de un total de 538 que fueron otorgadas entre 1994 y 2007, por lo que en la actualidad solo se podrá trabajar en esa actividad en aproximadamente 350 hectáreas, explicó.
El funcionario aclaró que pese a la reducción del área de explotación, no se afectará la provisión de material pétreo que requiere la provincia de Manabí para la ejecución de obras viales.
Tras un recorrido por parte de las 16 concesiones que habían sido otorgadas en años anteriores para explotar la piedra en los cerros Jaboncillo, Guayabal, y Hojas, se dio paso a tres resoluciones para proteger una zona que la Asamblea Nacional Constituyente declaró como Patrimonio Natural, Cultural e Histórico de la Nación. La primera, declarar zona restringida para la actividad minera sobre una determinada altura, con el fin de proteger el cerro Jaboncillo frente a la explotación de material pétreo. Luego, establecer que en un plazo de 72 horas 12 concesionarios, de los 16 que están en la zona, redujeran las hectáreas de sus concesiones (situadas dentro de un área donde hay vestigios arqueológicos).
Y la otra que las 14 concesionarias (incluidos los del Ministerio de Transporte y Obras Públicas) presentaran ante la Subsecretaría de Protección Ambiental del Ministerio de Minas y Petróleos y el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, un plan de acciones para recuperar y preservar la zona.
Es cierto que cada cantera tiene una situación diferente, pues no todas perjudican al área protegida, ni irrespetan las normas ambientales. Pero lo que está a simple vista es lo peladas que se están quedando ciertas laderas, por ejemplo en Guayabal y Hojas todo luce cada vez más despoblado.
La piedra la sacan a punta de tacos rudimentarios de dinamita. De eso ha sido testigo muchas veces Elías Sornosa, un chofer de volqueta que lleva habitualmente 10 metros de piedra hasta Mejía (por la vía a Crucita) donde están construyendo un puente. A pocos metros de allí está sacando una piedra tan negra como el carbón, Eduardo Santana, un muchacho de 24 años, quien trabaja en esa faena desde los 20. Estudia en el colegio Santo Tomás y le pagan USD$ 5 diarios por hacer eso.
Él ha tenido que hacer huecos y dinamitar los cerros, sin seguro ni protección alguna. "Hay que dejarlo todo limpio, se hacen hoyos y se mete la dinamita. Ha habido muchachos enterrados aquí", dice. Y añade que entre ellos dos eran primos suyos.
En algunas canteras, los guardias privados reciben a los visitantes con caras de pocos amigos. Con actitud agresiva. Es el caso de la cantera La Concepción donde ni siquiera dejan pasar de la entrada. "Aquí no hay nadie que los pueda atender", dice uno.
En cambio, en la cantera San Agustín (Cantersa), la gerenta, Alexandra Vinueza, quien lleva apenas poco más de dos años en el negocio, dice que allí no hay nada que ocultar. Y aclara que su concesión no está en bosque protector sino en el sector de Encañonada. Y que un estudio de Impacto ambiental los autoriza al trabajo minero.
"Este asunto no se puede ver en blanco y negro. Es una cuestión de ponernos de acuerdo. Esta es una actividad de mucho riesgo, muy sacrificada. La inversión no es sencilla. Yo soy partidaria de que se hagan los estudios pertinentes y a ellos nos atengamos", anota.
Por ahora en la zona está un grupo de arqueólogos, financiados por el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural y el Ministerio Coordinador de Patrimonio Natural y Cultural, liderados por Florencio Delgado, quienes empezaron los trabajos el 21 de noviembre y terminarán el 20 de enero.
Desde el 28 de diciembre se está haciendo un trabajo de excavación con el fin de hacer un mapa.
Alberto Miranda, Miguel Rodríguez y otros manabitas siguen batallando por el cerro. Tratando de insertarlo en el mapa del turismo arqueológico del mundo. Y quieren convertirlo en otro Machu Pichu.
Autor: David Sosa
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